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  • evayera

Diario de una psicoterapeuta: Mi Gran Abajo.

Hoy es uno de estos días en los que escribo desde el Gran Abajo. El gran Abajo es un lugar psicosomático, simbólico y experiencial que me conecta con el origen, con la fuente, con la memoria y con la sabiduría.


Mi Gran Abajo está en mi inframundo interior. Es un lugar en el fondo, en lo oscuro, en la cueva, en el vientre, bien adentro y más allá de mi psique, de mi mundo interior, donde se siente morada para el alma. Me reconozco en los territorios internos, me habito e intento cuidarme, cada vez más, con más benevolencia incondicional, Maitri, como lo llaman los budistas, que voy cultivando. Es un viaje experiencial el descender y estar en el Gran Abajo, y se está convirtiéndolo en una práctica sentida y multidimensional, con la que me recargo y me regenero con sus misterios y su medicina.


Mi Gran Abajo es una guarida en mi mundo subterráneo. Si fuera una parte del cuerpo, sería, es, el útero. Es un lugar frondoso donde hay cuevas, montañas, ríos y árboles abundantes y exuberantes. Allá visito una cueva fría y húmeda, en la que ya suele haber un fuego, donde normalmente se cuece el caldero. Es el hogar del fuego sagrado en mi interior, que trato de mantener encendido. En ese mundo entre la frondosidad y la oscuridad, enmarañados están mis dolores, mis confusiones, mis secretos, mis recuerdos, mis visiones, las más íntimas y las más evocadoras. Es espacio de inframundo también: el territorio de las sombras del dolor no procesado, de lo arrinconado, de lo no resuelto, de lo negado, lo callado y lo normalizado. Todo eso entreteje simbólicamente unos paisajes , un tanto asilvestrados y salvajes. Y ahí, está mi cueva. Otro día hablaré de quién se reúne en la cueva y qué es mi "Clan de las 13 Abuelas", que son mis mujeres sabias que lo custodian y lo bendicen.


La primera vez que bajé al Gran Abajo durante 3 días y 3 noches, fue invitada por Paloma Todd a través de su proyecto La Voz de Venus, y fue para mí toda una iniciación. Ahora me siento iniciada en el Gran Abajo y desde ahí me ofrendo.


Esa primera vez en la que descendí, buscándolo, persiguiéndolo, dándole identidad dentro de mí, fue un descubrimiento, un reconocimiento de morada interior. Un lugar fundamental como base de nutricia y de descanso de mi naturaleza salvaje. Un lugar esencial que me crea resonancia vibratoria en forma de amor y belleza. El Gran Abajo es una de las medicinas más potentes para facilitar nuestros procesos profundos de transformación personal. Y aquí queremos estar presentes, por tanto, nos presentamos.


Así bajé al Gran Abajo y me presenté. Y resultó ser un descenso iniciático. Ya había descendido en otras ocasiones a mis fondos, a mis profundidades, pero esta vez fue más somático, visionario, integrador y transformador. A medida que me sumergía cuerpo adentro, dolor adentro, sentir adentro y cruzaba conscientemente distintos portales, mi recorrido se convirtió en una travesía en espiral cada vez más profunda y más resonante a medida que me atrevía a ir ahondando. Ese movimiento me proporciona en todo momento la sensación de viaje, de descubrir cosas nuevas, de sentir, de dejarse llevar, de no saber y de querer descubrir. Y a la vez, paradójicamente, la sensación de reconocimiento, de recordar y de volver a casa. Tuve grandes evocaciones, revelaciones y encuentros simbólico-somático-sentidos con mis dolores y mis ancestras.


Es un lugar que conecta directamente con el corazón de la Madre Tierra, que reconozco, honro y amo por naturaleza. Un lugar profundo y primigenio conectado a la Vida. Es un lugar de oráculo, de círculos alrededor del fuego, de viajes visionarios con mis ancestros, y siempre con las montañas, el sol, las estrellas, el río, los árboles, la luna, Venus y los animales que cohabitan conmigo como iguales, como guías o como maestros o como guardianes.


En un viaje en espiral, el descenso te pone a prueba, porque te encuentras con tu inframundo, tu oscuridad, tu sombra,-aquello que proyectamos hacia fuera, con tu miedo, con tu vergüenza y con tu dolor, todo ello con poco o nulo conocimiento y con poco tacto íntimo para acercarnos a ellas. Y es que eso se convierte en el combustible esencial de viaje: el trato que te das, cómo te relacionas con todo eso que te pasa por dentro. Estoy aprendiendo que uno de los aspectos más importantes para hacer un buen viaje de descenso es desarrollar la habilidad de maitri, amor benevolente, tratarte bien, respetarte, dándote espacio, tiempo, descanso y nutrición en todos los sentidos. Es algo natural. Es algo básico. Cuidar nuestros ciclos. Nuestro tiempo natural es orgánico y cíclico. Y para eso hay que interrumpir los hábitos y muchos condicionamientos sociales y culturales, familiares, e íntimos. De hecho, el trabajo consciente con los procesos de descondicionamiento son otro aspecto fundamental en esta espiral evolutiva... donde la relación con el tiempo cambia. Mientras realizas el viaje de descenso, especialmente cuando llegas al Gran Abajo, el tiempo es otra dimensión, donde aparecen pasado y futuro vinculados a la experiencia del presente, donde todo confluye en un solo momento que es el ahora.


Es un lugar donde está la raíz de la herida, donde se siente, donde se siente el grito desgarrador y del lamento sagrado. Es un lugar de dolor, de duelos, de morir, de dejar ir, de desapegarse y vaciar para dar espacio a lo nuevo, para rebrotar, renacer, superar, integrar y evolucionar. Porque es ahí también donde escuchamos y sentimos la proximidad y la fuerza de las aguas primordiales, al menos donde brotan en mi mundo las fuentes de agua primigenias, fuentes de restauración, reconexión, cura y medicina. Ahí también podemos recuperar esa conexión oceánica con el poder de las aguas profundas de la Tierra, aguas que también nos configuran como seres humanos y tienen una importancia vital en la supervivencia del ecosistema interno y externo. Son las aguas que gestan la Vida, y que contienen los códigos primigenios de amor y alimento universal, y que nos pueden irrigar y manifestarse en forma de compasión y empatía. Esas han sido mis elixires medicinales de esta última incursión.


Es mi lugar de conexión instintiva con la Tierra. Resulta un suelo fértil y reparador y un lugar de descanso, de intimidad y de regeneración. Me interconecta totalmente con la cosmovisión de Gaia, con el corazón de la Madre Tierra. Es un sentir conectado con el potencial de toda la existencia, que atraviesa de lo individual a lo colectivo y a lo universal. Para mí es un núcleo de mi encarnación en esta vida. Un portal con el útero de mi madre, de mi abuela, que me conecta con mis ancestras femeninas. Ellas me acompañan. Y con ellas voy descubriendo sus dolores, y sus medicinas. No todo me sirve. Algunas de sus herencias se han convertido en veneno lento y pesado. Otras sí me ayudan a reconocerme y sobre todo a reconocer aquello que viniendo de ellas, se expresa en mí, observando cómo se manifiesta eso en mi momento de ahora. Y escucho, y siento, y descubro y duelo.


El Gran Abajo es un lugar de muerte. Es un lugar de disolución en el mejor de los casos, cuando no de putrefacción y podredumbre. Es un lugar de entrega y de rendición. De desarmarnos para volver a amarnos. Porque es también un lugar de curación y de renacimiento. Un lugar liminal, de tránsito, multidimensional , de disolución del yo o de recuperación de los yoes heridos, dañados y exiliados. El Gran Abajo es un lugar de acogida, de todo lo que surge, de todo lo que hay. Un lugar de flujo incondicional de vida y de posibilidad.


Cada vez que voy al Gran Abajo más en casa me encuentro. Es un lugar arcaico, primitivo dentro de la psique humana, del alma femenina. Es la cueva, el río subterráneo, lo oscuro..., más o menos reconocido, más o menos habitado. En mi caso, bastante reconocido y bastante habitado. Pero constantemente crecen nuevos territorios, se forman nuevos paisajes, así que nunca te cansas de descubrir, sentir y honrar la experiencia. No hay mapas-guías en estas tierras inhabitadas de naturaleza profunda. Es un viaje de cuerpo y alma adentro, a través de los síntomas, los dolores, las resonancias, las capas, las densidades, energías y los procesos que se crean en nuestras interacciones en el mundo, y que nos interconectan con todo lo que nos rodea. El Gran Abajo es un lugar de alquimia, magia, transformación personal y relacional.


Me sienta bien estar parada, asentada, recogida, sostenida, aquí en el Gran Abajo. Estar presente y habitarme es descubrirme. Reconocerme, sentirme, honrarme. El Gran Abajo es como un remanso de paz para nuestra naturaleza profunda y nuestra esencia salvaje. Una morada para el alma. Un lugar sentido, íntimo y nutricio, raíz para la Vida.





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